viernes, 10 de enero de 2014

Izquierda Mexicana: Junta pero no revuelta.

Para el futuro de la izquierda mexicana debe aplicar aquel repetido dicho de “juntos pero no revueltos”. Con el posible registro de MORENA como partido político, estaremos ante la primera división importante de la izquierda desde su unificación ficticia en 1988 bajo las siglas del PRD. Esta división es vista por muchos como una fractura que podría resultar fatal para la competitividad de esa zona del espectro político, pues MORENA terminaría desfondando al PRD, con lo que ese partido no tendría la fortaleza necesaria para ganar espacios en el Congreso, dejando la vía libre para que el PRI -aliado en la mayoría de los casos con el PAN- reforme y deforme según el deseo del Ejecutivo Federal.


El horizonte pareciera muy poco claro para la izquierda (o mejor, las izquierdas), sin embargo, también parece una oportunidad de finalmente poner orden en esa corriente política y establecer las diferencias entre las distintas expresiones que abarca. Durante años el PRD intentó aglutinar a comunistas, socialistas, troskistas, nacionalistas revolucionarios, socialdemócratas y más; la fórmula funcionó por algún tiempo, pero las crisis internas se volvieron recurrentes y el sistema de “tribus” hoy ha dado de sí. En buena medida las pasiones generadas por Andrés Manuel López Obrador fueron resquebrajando y desbordando las relaciones al interior del partido, la brecha entre “amlovers” por un lado y “traidores” (según los amlovers) por el otro se hizo cada vez más evidente y amplia. Todo este ambiente de confrontación interna se expresaba hacia fuera del partido, creando una imagen de conflicto permanente al que el ciudadano común pocas veces se sentía atraído.

La aparición de MORENA como partido político es una oportunidad para que progresivamente cada quien ocupe el lugar que le corresponde y podamos tener en México dos partidos de izquierda, que representen a sectores de la ciudadanía identificados con uno o con otro. Resultaba (y aún resulta) esquizofrénico, esperar que expresiones que incluso han sido históricamente antagónicas, pretendieran contar con un discurso coherente y que fuera atractivo a un sector del electorado que se asume de izquierda, pero que consciente o inconscientemente identifica los matices en las formas y los fondos de cada una de esas expresiones.

El tener dos partidos fuertes de izquierda no significa necesariamente la “canibalización” por los votos, tampoco una división que llevará a la debacle de esa corriente política, es simplemente hacer lo que otros países ya tienen resuelto: dar el espacios de representación a corrientes de pensamiento que existen dentro de la sociedad. Chile cuenta con más de 10 partidos ubicados dentro de la izquierda (al menos 7 se aliaron para apoyar el regreso de Michelle Bachelet a la presidencia); Alemania tiene 5 partidos de izquierda; Brasil tiene 10 partido de izquierda; y así podríamos encontrar más sistemas de partidos donde las izquierdas están perfectamente bien identificadas en partidos políticos legales y que a través de alianzas electorales, legislativas o de gobierno logran empujar agendas comunes cuando es necesario, pero compiten por sectores del electorado cuando así consideran más conveniente.

Lo mismo tendrá que pasar en México, MORENA y el PRD deberán intentar atraer a su electorado y buscar alianzas según la coyuntura; esa es la única fórmula posible para dejar atrás las luchas intestinas al interior del PRD; llevar la confrontación al ámbito electoral a través de la construcción de una oferta política congruente con lo que cada partido ofrece, pero teniendo claro que existirán momentos en que todas las izquierdas deberán juntarse para impulsar temas que les son comunes.

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