miércoles, 15 de agosto de 2012

Edomex vs D.F.: Eterna dualidad.

 
Siempre he vivido en la dualidad de la frontera formal entre el Estado de México y el Distrito Federal. Nací en el norte del D.F., viví en el nororiente (Aragón) los primeros 15 años de mi vida, estudié ese mismo tiempo en el “norcentro”  (Acueducto de Guadalupe) y siempre tuve familiares quienes vivían y yo visitaba recurrentemente en municipios conurbados como Ecatepec, Neza, Naucalpan y Atizapán. Es decir, desde siempre el cruce de ida y vuelta al Edomex fue una constante en los primeros años de mi vida. Después mi familia decidiría cruzar definitivamente e irnos a vivir al Edomex, donde radiqué, trabajé y estudié unos 11 años.

Por supuesto, tanto en mis años en el D.F. como en los subsecuentes en el Edomex, siempre disfruté del Centro de la Ciudad, la Condesa o Coyoacán. Desde chico pedía a mis padres que me llevaran a caminar por el Centro hasta llegar a un lado de Templo Mayor, donde me gustaba escuchar a los brujos que curan de todo y sacan serpientes o pararme a ver las playeras del EZLN y el Sup.

Trato de decir que nunca fui un sateluco clavado, ni un chilango antisateluco (ahora lo soy más), conocí ambos lados de la moneda y he sacado mis conclusiones, a tal grado que luego de andarme paseando por ahí, finalmente he encontrado mi refugio en una zona céntrica del D.F. Sin embargo, por practicidad, estupidez y desidia, no todos mis papeles están actualizados con mi domicilio en el D.F., ni tampoco todos con el del Edomex, o sea, que mis documentos también padecen de esa dualidad que me persigue desde siempre.

Hace algunas semanas decidí dar un paso hacia delante y comenzar a regularizarme, así que tomé mis papeles con el domicilio actual y me fui a sacar mi licencia de manejo del D.F. La experiencia fue sorprendentemente agradable, no solo por lo rápido y sencillo del trámite, sino por la calidad de la atención y actitud de quienes trabajan realizando este y otros trámites. Luego de menos de una hora, salí con mi licencia (donde además dicen que me veo muy guapo, bueno dice Marcs) y hasta pude pedir que me le pusieran que quería donar mis órganos.

Quise continuar por ese camino y registrar mi auto en el D.F., sin embargo, para este trámite ya me pedían otros documentos con los que no contaba pues tenían mi domicilio del Edomex. Así que con todo el dolor de mi corazón (y porque ya me urge registrar el auto) decidí ir a Naucalpan para este nuevo trámite.

La atención es solo entre semana hasta las 18:00 hrs, así que pedí permiso en mi trabajo para salir corriendo alcanzar a llegar a las 17:00 hrs y lo logré. Pero al llegar a la oficina, parecía que me había mudado de país o que el tiempo se había regresado unos 30 años. Las oficinas eran mucho más grises que las del D.F. y las personas, además de mucho más viejas (no tengo nada contra los viejos, siempre y cuando lo que se valore sea su experiencia) tenían una actitud de enfado y ganas de ponerte todas las trabas posibles para no ayudarte con tu trámite.

De mala gana me recibió una señora mal encarada y con pésimos modales, me regañó por poner un documento que no iba y en todo momento escribía en una pantalla sin indicarme si todo estaba en orden o no, si iba a poder tener mi trámite hecho o no. Se paraba con parsimonia por hojas que había impreso y con la misma parsimonia se sentaba y volvía a escribir sin mirarme ni dirigirme la palabra. En una de esas ocasiones, pude ver una regla que tenía en su escritorio “Eruviel Ávila: Piensa en grande” y entonces por prejuicio, intuición o lógica deduje que esa persona estaba ahí no por su capacidad o compromiso con la función pública o el Estado de México, sino porque en momentos de campaña había sabido ser fiel con la causa, había sabido moverse para quedar bien con los quedabienes del candidato.

Después de escanear a paso lento cada uno de mis documentos, me dio una hoja y siendo las 17:37 hrs en tono levemente burloncito me dijo “con esto vaya a pagar al banco o a la Comer y regresa a la ventanilla 9… nos vamos a las 6”. Corrí a la Comer y como me habían cobrado también la tenencia, me di cuenta de que no tenía dinero suficiente para hacer el pago, ni tenía tiempo suficiente para ir a mi casa en el D.F. y volver al Edomex para concluir mi trámite.

Así terminó mi intento del día de ayer por hacer un trámite más en el Edomex. Mi conclusión fue que no recuerdo una sola ocasión en que un trámite con el gobierno del Edomex haya sido siquiera en “santa paz”, cada vez me ha sobrecogido la idea de que por alguna u otra razón no podré hacer el trámite y me imagino un escenario terrible en el que estoy perdido en la inmensidad de trámites que debo de hacer para conseguir finalmente el trámite que busco. Otra conclusión fue que la forma de gobierno del D.F. y el Edomex se puede constatar desde estos funcionarios. Unos son jóvenes, educados, con ganas de ayudar, los otros son viejos, con poca educación y con ganas de chingar. Finalmente, decidí que después de este trámite comenzaré a hacer toda mi regularización, para salir de esta dualidad que aunque quiera me perseguirá, pues sigo sintiendo cierto placer en cruzar de vez en cuando las despintadas y simplonas Torres de Satélite.

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