Para
el futuro de la izquierda mexicana debe aplicar aquel repetido dicho
de “juntos pero no revueltos”. Con el posible registro de MORENA
como partido político, estaremos ante la primera división
importante de la izquierda desde su unificación ficticia en 1988
bajo las siglas del PRD. Esta división es vista por muchos como una
fractura que podría resultar fatal para la competitividad de esa
zona del espectro político, pues MORENA terminaría desfondando al
PRD, con lo que ese partido no tendría la fortaleza necesaria para
ganar espacios en el Congreso, dejando la vía libre para que el PRI
-aliado en la mayoría de los casos con el PAN- reforme y deforme
según el deseo del Ejecutivo Federal.
El
horizonte pareciera muy poco claro para la izquierda (o mejor, las
izquierdas), sin embargo, también parece una oportunidad de
finalmente poner orden en esa corriente política y establecer las
diferencias entre las distintas expresiones que abarca. Durante años
el PRD intentó aglutinar a comunistas, socialistas, troskistas,
nacionalistas revolucionarios, socialdemócratas y más; la fórmula
funcionó por algún tiempo, pero las crisis internas se volvieron
recurrentes y el sistema de “tribus” hoy ha dado de sí. En buena
medida las pasiones generadas por Andrés Manuel López Obrador
fueron resquebrajando y desbordando las relaciones al interior del
partido, la brecha entre “amlovers”
por un lado y “traidores” (según los amlovers) por el otro se hizo cada vez más
evidente y amplia. Todo este ambiente de confrontación interna se
expresaba hacia fuera del partido, creando una imagen de conflicto
permanente al que el ciudadano común pocas veces se sentía atraído.
La
aparición de MORENA como partido político es una oportunidad para
que progresivamente cada quien ocupe el lugar que le corresponde y
podamos tener en México dos partidos de izquierda, que representen a
sectores de la ciudadanía identificados con uno o con otro.
Resultaba (y aún resulta) esquizofrénico, esperar que expresiones
que incluso han sido históricamente antagónicas, pretendieran
contar con un discurso coherente y que fuera atractivo a un sector
del electorado que se asume de izquierda, pero que consciente o
inconscientemente identifica los matices en las formas y los fondos
de cada una de esas expresiones.
Lo
mismo tendrá que pasar en México, MORENA y el PRD deberán intentar
atraer a su electorado y buscar alianzas según la coyuntura; esa es
la única fórmula posible para dejar atrás las luchas intestinas al
interior del PRD; llevar la confrontación al ámbito electoral a
través de la construcción de una oferta política congruente con lo
que cada partido ofrece, pero teniendo claro que existirán momentos
en que todas las izquierdas deberán juntarse para impulsar temas que
les son comunes.